15 de enero del 2018
Se acerca el final de año, y por estos días es inevitable que hagamos un balance de lo que ha sido para nosotros el año que termina. Algunas de las cosas que queríamos conseguir, las tenemos, otras no. Es inevitable, también, que nos planteemos “buenos propósitos” para el año que empieza.
¿Quién no se ha planteado dejar de fumar, aprender idiomas, apuntarse a un gimnasio o ponerse a dieta a principios del año nuevo? Esto es una señal de buena autoestima; ya que nuestra intención es mejorar, para sentirnos bien con nosotros mismos.
La pena es que en la gran mayoría de los casos, esos buenos propósitos se quedan sólo en una buena intención, que habrá que reintentar el año siguiente. Por esta razón, lo que suele ocurrir es que los propósitos para este nuevo año posiblemente serán los mismos que para el año siguiente, ya que por lo general, los buenos propósitos de fin de año se abandonan no más tarde de finales de enero, surgiendo para muchas personas la sensación de fracaso.
En primer lugar, debemos plantearnos objetivos concretos. Eso de “llevar una vida más sana”, es un objetivo muy bueno; pero debemos concretar qué es lo que vamos a hacer exactamente para conseguir eso. Qué cosas en concreto, qué días lo vamos a hacer; cuánto tiempo le vamos a dedicar y qué pasos vamos a dar para obtenerlo.
Por ejemplo, el objetivo de “comer más sano”, es un objetivo muy poco concreto. Podrías concretarlo más si te lo planteas como: “voy a comer algo de fruta y/o verdura todos los días”. O el objetivo de “quiero hacer más ejercicio físico” se podría concretar en: “voy a ir al gimnasio lunes y miércoles de siete a ocho”. Cuando lo que te propones es más concreto, es algo así como dividir tu objetivo final en metas más cortas, por lo que es mucho más fácil de alcanzar.
Nuestro objetivo, además, ha de ser alcanzable. Si te planteas un propósito claramente inalcanzable, sólo conseguirás agotarte, para finalmente no conseguirlo. Esto aumenta la sensación de fracaso y empeora la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Además debemos plantearnos objetivos que sean realistas. Tú te conoces bien, sabes hasta dónde puedes llegar, lo disciplinado o perseverante que puedes ser… o no. Así que establece un objetivo que creas que puedes cumplir dadas tus circunstancias. Poniendo de tu parte por supuesto, para que no te quede la sensación de haber fracasado otra vez.
Si lo prefieres, pon los objetivos que te has planteado por escrito, así podrás leerlos de vez en cuando. También debes plantearlos de una forma positiva. Sabemos el efecto psicológico de las palabras, y poner un “no” al principio de una frase, produce estrés. Así que, en lugar de plantearlo como “no quiero fumar más”, podrías decir “quiero dejar de fumar”.
No te plantees demasiadas cosas al mismo tiempo. Ponerte muchos objetivos podría agobiarte más que si te planteas los que realmente son importantes para ti, pero también los que sean más motivadores.
Tener motivación para alcanzar tu propósito es muy importante. Estar motivado no significa tener ganas, porque se supone que las ganas las tienes: significa tener motivos. Los motivos los puedes ver fácilmente cuando piensas en los beneficios que tendrá para ti alcanzar esa meta que te has propuesto. Apunta cuáles son los tuyos y vuelve a leerlos en los momentos de desánimo.
Si tu propósito es un objetivo a conseguir en un plazo largo, será más probable que lo consigas estableciendo metas más cortas. Los plazos muy largos harán que desistas con más facilidad, porque lo verás muy lejos.
No está de más que, a medida que vayas consiguiendo esas metas, y por tanto, vayas cumpliendo con el compromiso que has adquirido contigo mismo, te premies de alguna manera por el esfuerzo que estás haciendo.
Pero si alguno de los días te entra la apatía y la desgana, no es necesario que te castigues por ello, y mucho menos que abandones. Un día malo lo tiene cualquiera, y no pasa nada, se retoma el día siguiente y listo.
Eso de todo o nada en realidad es perfeccionismo, y éste sólo sirve para producir malestar. Además, algunas veces tendrás que hacer algún cambio para ajustarlo a tus otras obligaciones. Así que es mejor que seas algo flexible.
Por último recuerda que, sea cual sea tu objetivo, no hay ninguno que se consiga solo, no es suficiente con desearlos con mucha intensidad. Todos van a necesitar un esfuerzo por tu parte. Si no fuera así, ya lo habrías conseguido hace tiempo.
Pero si en lugar de ver tu esfuerzo como un sacrificio, le buscas la parte agradable de lo que haces (recuerda que todo la tiene), será mucho más fácil conseguir lo que te propones.