2 de julio del 2018
La piel bronceada resulta más atractiva, qué duda cabe. Favorece e incluso parece más saludable. De hecho los efectos beneficiosos del sol están científicamente demostrados:
1. Ayuda a la síntesis de vitamina D, indispensable para el buen desarrollo de nuestro sistema óseo.
2. Es un antidepresivo, ya que la luz favorece el buen estado de ánimo, mientras que la falta de ella provoca el efecto contrario.
3. Tomado con moderación, el sol resulta claramente beneficioso para pieles afectadas por el acné. Aunque con cuidado, si es excesivo los síntomas pueden aumentar. También favorece a las pieles atópicas y las que sufren de psoriasis.
Sin embargo, no debemos olvidar que ponerse moreno no deja de ser una reacción natural de la piel para defenderse de un agente externo y agresivo como es el sol. Y esta reacción siempre va a provocar envejecimiento.
El sol es el factor que más envejece y daño provoca a nuestra piel. Pero ¿por qué y cómo nos causa daños? Al llegar a la superficie terrestre, la luz solar se descompone en distintos tipos de radiaciones o rayos que varían en función de su longitud de onda. De este modo, nos encontramos con:
Rayos UVA. Poseen una gran capacidad para penetrar en las capas de la piel. Provocan una pigmentación directa de la piel y un bronceado inmediato.
Rayos UVB. Tienen menos capacidad de penetración en la piel. Sin embargo, son los responsables de: las quemaduras solares, el denominado eritema o enrojecimiento; del foto-envejecimiento; y de la foto-carcinogénesis, el cáncer de piel derivado de la exposición solar. Debido a su acción, la piel también se broncea, pero de una forma más tardía. Inducen a la formación de melanina que, cuando llegue a la superficie, se oxidará dando lugar al tono más oscuro de la piel. Es decir, un proceso de bronceado más lento pero también más duradero.
Una vez visto los tipos de rayos solares y sus efectos, podemos comprender por qué se produce el bronceado. El bronceado no es más que la respuesta defensiva de nuestra piel a la agresión producida por la radiación solar. En la capa exterior de la piel, la epidérmica, se encuentran las células con pigmento, que es la melanina. Esta se encarga de proteger la piel de los rayos ultravioleta. Y cuando nos exponemos al sol, nuestro cuerpo produce más melanina dando lugar al bronceado.
Cuando nos excedemos de tomar el sol, la piel se quema. Los rayos UVA pasan de las capas más exteriores de la piel a las más profundas, donde pueden dañar células de la piel. De ahí que las personas de piel más clara, con menos melanina, corran más riesgo de quemarse.
Hay que tener siempre presente que una exposición al sol de manera desmedida y sin protección durante años, es una de las causas principales del cáncer de piel. Por eso, debemos estar muy atentos al estado de nuestra piel, vigilar las manchas, lunares, pecas, bultos, etc., que nos aparezcan y su evolución, y prevenir las quemaduras, poniendo en práctica las medidas siguientes de protección frente al sol.
Si queremos contrarrestar los efectos dañinos que el sol ha podido causar a nuestra piel, no tenemos más remedio que poner en práctica una serie de cuidados post solares, una vez que lleguemos a casa.
La elevada temperatura a la que hemos sometido nuestro cuerpo después de una exposición al sol, provoca pérdida de agua cutánea y vasodilatación. Por ello, es necesario aplicar productos que la calmen e hidraten.
Así que después de una jornada al sol, sigue estos pasos para ayudar a la recuperación de tu piel:
Tras haber pasado el día al sol en la piscina, playa o montaña, la piel acumula impurezas y calor. Refresca tu cuerpo bajo el agua y déjala correr para que sientas su efecto calmante. Utiliza un jabón suave, a ser posible uno de ph neutro y no frotes demasiado con la esponja, para evitar más rojeces.
También es recomendable un baño de agua tibia, al que puedas añadir aceites esenciales.
Aunque la exfoliación es la mejor manera de preparar tu piel para que asimile los principios activos de las cremas hidratantes, no es el momento. Justo después de tomar el sol, la exfoliación va a contribuir a irritar más la piel y a causarle más rojeces, si ya las tienes.
Y, sobre todo, no sometas a tu cuerpo a una exfoliación si te has excedido con el sol o tienes quemaduras. Este paso no va a ayudar a que tu piel se calme, todo lo contrario.
El mejor consejo de belleza después de un día al sol es hidratar tu piel al máximo. Así que, después de la ducha aplícate de forma generosa una loción corporal que contenga principios activos calmantes y reestructurantes. Son muy recomendables aquellos tratamientos con contenido en:
Un buen consejo es meter la loción en la nevera unas horas antes, la piel agradecerá el frescor que te aporta. Si eres de las que confías en el aftersun para mitigar los daños del sol, puedes aplicar primero este producto y horas después la loción corporal. Tu piel quedará muy bien hidratada y aprovecharás los beneficios de ambos tratamientos.
Algunos alimentos y bebidas también pueden ayudar a restaurar las funciones de una piel castigada por el sol. Si los tenemos en cuenta, contribuirán a recuperar los niveles de hidratación, bloquear la acción de los radicales libres y los daños producidos en las células cutáneas.
Estos serían los principales alimentos a tener en cuenta:
1. Aceite de girasol, frutos secos, pipas de girasol: contienen vitamina E, un gran antioxidante que sirve para inutilizar la acción de los radicales libres, responsables del daño celular y envejecimiento.
Además, el aceite de girasol es rico en ácido linoleico, Omega 6. Un ácido graso esencial pero que nuestro organismo no puede sintetizar, por lo que se hace necesario ingerirlo a través de la alimentación. Este ácido forma parte de las membranas celulares aportando capacidad de elasticidad y resistencia frente a agresiones externas como el sol.
2. Zumos de frutas ricos en vitamina C, de poder antioxidante. Aquí se encuentran todo tipo de cítricos, fresas, kiwi, melón, sandía…
3. Hortalizas como el tomate, pimiento, brócoli, coliflor,… también son grandes portadoras de vitamina C.
4. Zanahoria, albaricoques, melocotones, calabaza, calabacín o espinacas. Debido a su contenido en betacatoreno, cuya cantidad se ve disminuida en nuestro organismo después de tomar el sol, es necesario restaurarlo porque es de gran poder antioxidante y un gran reparador de las membranas celulares.
5. Infusiones con poder antioxidante, como el té verde.
6. Agua en abundancia. La mejor hidratación tras la pérdida de agua provocada por el calor.
Así que ya sabes, toma el sol con precaución y previene el envejecimiento de la piel con estos cuidados para mantenerla en buen estado.